Una vez ha llegado la comitiva judicial, han establecido, a través de la documentación que llevaba encima, que la víctima era Santiago Ortuño Carrero, de cincuenta y cuatro años, inspector del cuerpo de la Policía Nacional.

Hemos sido los Mossos d’Esquadra los que hemos acudido a la llamada del 112, pero enseguida notificamos al juez que es costumbre que la investigación del homicidio de un policía se encargue a compañeros de su propio cuerpo, ya sean de Homicidios o de Asuntos Internos.

Cuándo han llegado los agentes de la Policía Nacional, nos hemos retirado.

Esto pasaba sábado. El lunes siguiente, 26 de febrero, el juez de instrucción del 33, el señor Barabino Cuberes, convoca en su despacho el inspector en jefe de la Unidad de Investigación de Mossos d’Esquadra. Cuando acut, junto con el magistrado lo está esperando un inspector de la Policía Nacional que se esfuerza para demostrar que disimula una santa indignación. Mueve un poco las barras pero mantiene los labios pulsados cómo si tuviera miedo que, si relaja un poco los músculos del rostro, pueda salir a gritos la imagen más negativa de sí mismo.

—Esta mañana, alguien me ha dicho —empieza el magistrado, después de las cuatro palabras protocolarias de rigor— que Santiago Ortuño Carrero, el muerto de ayer, tuvo problemas con sus compañeros. —El inspector de la Policía Nacional niega con el jefe, exasperado, pero calla—. Me han hablado de cuatro o cinco agentes del cuerpo que, en un juicio, comparecieron voluntariamente para declarar que era culpable de violación y de intento de asesinato. A pesar de esto, la causa fue desestimada. No sé ni qué magistrado se encargó. Dice que Ortuño se metió en un tema de terrorismo yihadista, que no le correspondía; y que tuvo una trifulca con estos compañeros suyos, que lo lesionaron, de forma que últimamente se lo ha visto con muletas. No sé qué hay de verdad en estos rumores, tendremos que pedir informes a Recursos Humanos y a Asuntos Internos de la Policía Nacional para ver qué pasó. En definitiva, para más seguridad y ecuanimidad, pienso que es mejor que sean los Mossos los que lleven el caso. Quería que fueran presentes los dos para asegurarme que entienden bien los motivos.

El inspector de la Policía Nacional se muestra en desacuerdo a pesar de que su veterania le tiene que haber enseñado que, en una situación como esta, toda resistencia es inútil. Lo han obligado a encajar la humillación, pero, y por dignidad se siente en la obligación de hacer la pataleta.

No hay nada a hacer.

Cuando salen del juzgado, el caso Ortuño es de los Mossos.